viernes, 23 de septiembre de 2011

Inicio de curso. Tarjeta de presentación

¿Estamos llegando al punto en el que la ciencia por sí sola puede responder todas las grandes preguntas?
Los físicos midieron la velocidad de la luz y encontraron que viaja a 299.792.458 metros por segundo. Además dedujeron que el Universo tiene aproximadamente 13.000 millones de años de edad. Sin embargo, ¿nos sirve esto de algo cuando prendemos la luz y nos levantamos de la cama en las mañanas?
Los biólogos pueden decodificar el ADN que hace posible la vida y los químicos pueden describir en detalle cómo se descomponen los cuerpos.
Para la geofísica del Imperial College London Anna Thomas-Betts, los hechos de la ciencia se reconcilian perfectamente con la forma cristiana de vida. La ciencia, para ella, descubre cómo el Dios en el que ella cree creó el Universo, y ella acoge con beneplácito cualquier detalle nuevo sobre esa creación. Pero al mismo tiempo, dice, la ciencia no le dice a la gente como deben vivir sus vidas. 
Sabemos que la lógica científica sola no es capaz de responder a las preguntas más hondas y acuciantes del corazón humano. De hecho, a pesar de los ingentes logros científicos alcanzados, aún un tercio de la humanidad pasa hambre, una cuarta parte no tiene ni siquiera acceso al agua potable. Esto muestra que el saber científico y técnico no bastan para solucionar los problemas. Se requiere de otros saberes que garanticen el buen uso de los recursos y la justa distribución de las oportunidades que nos brinda el progreso.

1 comentario:

  1. Hay muchos que creyéndose dioses piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos. Desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo o lo injusto, decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras de otras preferencias.

    Hay que considerar que la verdad misma siempre va a estar más allá de nuestro alcance.
    Podemos buscarla y acercarnos a ella, pero no podemos poseerla del todo: más bien, es ella la que nos posee a nosotros y la que nos motiva. En el ejercicio intelectual y docente, la humildad es asimismo una virtud indispensable, que protege de la vanidad que cierra el acceso a la verdad.

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